Dos pobladoras de Areguá, Mauren Coronel y Norman Salinas, alzaron sus voces contra el proyecto del viaducto que atravesaría parte de la ciudad. Ambas expusieron con firmeza las consecuencias sociales, ambientales y culturales que podría generar esta obra, impulsada bajo una cuestionada alianza público-privada. En el programa La Tarde Contigo, con la conducción de Luis Fernando Ibañez.

“Areguá no es solo frutilla ni cerámica, es patrimonio y vida”
El periodista abrió el diálogo evocando los símbolos tradicionales de la ciudad: las frutillas y la cerámica. A esto, Mauren Coronel, trabajadora social y gestora cultural, añadió:
“Tenemos patrimonios naturales muy importantes, como el lago Ypacaraí y el cerro Kõi. No se puede mirar a Areguá solo desde el turismo; aquí vive gente con historias, con arraigo, con generaciones que construyeron su vida en este territorio”.
“Mi familia está en riesgo de perderlo todo”
Vecina del área cercana al castillo Carlota Palmerola y a dos cuadras del lago, Norman Salinas relató la angustia que viven las familias que podrían ser desalojadas:
“Toda mi familia lleva más de 70 años en la misma casa. Ahora nos dicen que debemos ceder nuestras viviendas para una rotonda gigante. ¿Cómo se puede borrar una vida entera con una firma?”.
La afectada también denunció que el proceso de expropiaciones está siendo manejado por una empresa privada, Sustentar, tercerizada por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), sin transparencia ni claridad sobre los montos de compensación.
“Un proyecto en la sombra”
Coronel explicó que las modificaciones del contrato de concesión —mediante adendas en 2020, 2022 y 2023— alteraron sustancialmente el acuerdo original, sin pasar por el Congreso ni por licitaciones públicas:
“Se cambió todo un contrato con simples adendas, generando incluso un gasto extra de 50 millones de dólares. Eso viola la Ley de Contrataciones Públicas. El propio informe de la Contraloría lo reconoce”.
El impacto ambiental: “El lago puede convertirse en un pantano”
Las entrevistadas alertaron que la autopista atravesará humedales que alimentan el lago Ypacaraí:
“Si se taponan los humedales, el lago no tendrá tiempo de recuperarse. El propio MOPC reconoce en su relatorio de impacto ambiental que ese es un riesgo real. ¿Cómo pueden seguir adelante a sabiendas de eso?”, cuestionó Coronel.
Economía local en peligro: los frutilleros y artesanos
El periodista preguntó sobre los productores de frutilla, emblema de la ciudad. Mauren Coronel fue clara:
“Hay más de 400 puestos instalados hace décadas en la avenida principal. La autopista los desplazará y, con el tránsito rápido, ya nadie se detendrá a comprar. Pasó con chiperos y carpinteros en otras rutas: desaparecieron. Lo mismo ocurrirá con los frutilleros”.
“Nos llaman antiprogreso, pero queremos soluciones reales”
Los entrevistados coincidieron en que el Estado busca legitimar la obra con un discurso publicitario, sin garantizar derechos ciudadanos ni alternativas de transporte sostenible:
“El tren de cercanía sería la solución real. Sin embargo, con este proyecto lo condenan a muerte porque gran parte de la ruta pasará sobre las vías férreas, que son patrimonio histórico”, denunció Salinas.
Voces de resistencia ciudadana
Pese a la presión, los pobladores de Areguá se organizan en comisiones vecinales y plataformas como Progreso Sostenible. Convocan a audiencias públicas y exigen acceso a la información.
“No somos antiprogreso. Lo que no queremos es repetir fracasos como el metrobús, que quedó en ruinas y nos costó millones. Este proyecto tiene muchas fallas administrativas y constitucionales. La ciudadanía merece ser escuchada”, concluyó Coronel.
Un debate abierto
La entrevista en La Tarde Contigo dejó en claro que el proyecto del viaducto no es solo una obra de infraestructura: es un conflicto entre modelos de desarrollo. Por un lado, el avance de los negocios privados; por otro, la defensa de la memoria, el territorio y la vida comunitaria de Areguá.
Mientras el gobierno insiste en acelerar los trámites, los pobladores mantienen firme su consigna: “Las ciudades no se cruzan con autopistas; se cuidan con participación y respeto”.