Madre integradora: La luz que transforma aulas y destruye prejuicios

En el programa “La tarde contigo” Luis Fernando Ibañez abrió los micrófonos de radio Fe y Alegría a un grupo de mujeres extraordinarias. No eran políticas ni expertas con títulos académicos rimbombantes, sino madres. Madres de los bañados, del Norte y del Sur de Asunción que, impulsadas por el amor a sus hijos y una sed inagotable de conocimiento, se están capacitando con el apoyo de Fe y Alegría Paraguay para convertirse en un apoyo fundamental en las aulas, los hogares o en lugares donde se necesita un/a asistente que apoye a persona con discapacidad, especialmente niños y niñas: las madres integradoras y padres integradores es un faro de esperanza para la educación inclusiva en Paraguay.

madres integradoras - Fe y Alegría Paraguay

El estudio de radio se llenó de una energía especial. Eran mujeres que, como apuntó Ibañez, “ya saben demasiado” por la escuela de la vida, pero que ahora buscaban perfeccionar ese saber innato. Una de ellas es Karen Cáceres, del Bañado Sur de Asunción, quien relató cómo este viaje de formación nació de su propia historia.

“Mi historia es un poquito larga”, comenzó Karen, su voz cargada de la emoción del recuerdo. “Mi hija tuvo un retraso en el aula”. El diagnóstico llegó cuando la pequeña tenía apenas dos años. La preocupación, como madre, fue inmensa. “¿Cómo hago? ¿Cómo salimos de esto?”, se preguntaba. La comunicación se convirtió en un desafío diario, un lenguaje silencioso de afecto y necesidad. “Yo te puedo decir particularmente que yo a mi hija con señas la manejaba. Yo ni salía en la esquina sin ella”, afirmó.

La perseverancia, el amor y el apoyo de las profesoras de Fe y Alegría fueron cruciales. Con juguetes didácticos y una paciencia infinita, en nueve meses, el milagro ocurrió: su hija habló. Para Karen, el curso es una revelación. “Me ayuda mucho a entender, a romper muchos tabúes, esquemas de antes”, afirma. “El retraso en el aula también es una discapacidad”.

Aprender para comprender: Rompiendo las barreras del miedo

El micrófono pasó a Patricia Riveros, también del Bañado Sur. A diferencia de Karen, su hijo de cinco años es neurotípico. Su motivación nace de otro amor profundo: el de su hermano de 23 años, diagnosticado con TEA (Trastorno del Espectro Autista) nivel 3, y de la realidad de su comunidad.

madres integradoras - Fe y Alegría Paraguay 2“Este curso me ayudó a aprender muchas cosas y a cómo tratar a una persona con discapacidad”, explicó Patricia. Su testimonio destapó una dolorosa realidad social: el miedo al rechazo. “Nosotros antes le teníamos muy encerrado a él, porque teníamos miedo al rechazo de la gente… Vos salís con una criatura con TEA y toda la gente le mira diferente”. Patricia atribuye esta actitud a la falta de conocimiento, una barrera que ella ahora está derribando.

El curso, que combina clases presenciales los viernes y virtuales los sábados, le dio las herramientas para actuar. Ve a los dos compañeros de su hijo con TEA no como un problema, sino como una oportunidad. “Ellos tienen su cariño diferente, tienen cómo tratarle, cómo hablarle”. Su sueño es claro: “Yo me quiero capacitar para ser maestra integradora, para poder ayudarles, porque hoy en día no todas las instituciones públicas están capacitadas”.

La experiencia de Patricia es una metáfora viviente del poder de la formación. “Nosotros ahora somos 23, de los 23 que somos, como dice, es una semillita y con todos los días y todos los viernes que nosotros venimos, se va regando eso y además que se va regando, obviamente la plantita crece”.

El conocimiento en acción: La prueba de fuego

madres integradoras - Fe y Alegría Paraguay 3Las palabras de Patricia no son solo teoría. Relató un episodio que la marcó a fuego y demostró el impacto inmediato de su aprendizaje. En la escuela de su hijo, un niño con TEA entró en crisis. La profesora, aunque capacitada, no lograba calmarlo.

“Yo me fui, me acerqué, le hablé y fue algo que me tocó demasiado que me empecé a llorar, porque yo si no estaba en este curso, no iba a tener la capacidad de hacer eso“, contó. Con abrazos y palabras certeras, logró lo que parecía imposible. “Le pude calmar”. La reacción de la docente fue de asombro y gratitud: “Me dice la profe, ‘Patti, cosa que yo no pude lograr, vos lograste'”. En ese instante, Patricia supo que estaba en el camino correcto. “Me sentí muy feliz, o sea, me sentí de otra forma”.

“Todos somos iguales”: Una lección desde el corazón

La tercera voz fue la de Giselle Amarilla, del Bañado Norte. Ella también es madre de un niño de cinco años con TEA, diagnosticado con niveles de apoyo 1 y 2. Para ella, el curso fue un salvavidas que llegó en el momento justo. “Justo este curso fue cuando a mi hijo se le diagnosticó… ¿qué hago ahora? no sabía nada, no sabía cómo hablarle a mi hijo, cómo enseñarle, nada y yo aprendí todo acá”.

Giselle aprendió a manejar las crisis, a crear rutinas y, sobre todo, a luchar por la inclusión. “Nos enseña que hay que sacarle, hay que involucrarle a los niños en la sociedad… todos somos iguales”. Con dolor, critica la desinformación que genera prejuicios. “Algunos creen que porque un niño tiene TEA es un niño agresivo… pero realmente no es así”. Ella combate las viejas creencias del “él es así nomás” .

El aprendizaje ha tenido un efecto dominó en su hogar. Las técnicas que aprendió para su hijo, las aplicó a su bebé de dos años, que también presentaba un retraso en el lenguaje. “Este curso por ejemplo, me ayudó a que ella comience a decir más palabras”.

El futuro es la inclusión: Madres integradoras que iluminan

Al final de la entrevista, Luis Fernando Ibañez les preguntó sobre el futuro. ¿Qué piensan hacer con todo este conocimiento? La respuesta fue unánime y contundente: quieren llevarlo a la acción, quieren ser esa “sombra” que ilumina el camino de otros.

Karen Cáceres lo explicó con claridad: “Realmente, este curso me despertó a querer ser madre integradora de la profesora, ayudarle“. Ser “una asistente de la profesora… una cuidadora para niños con discapacidad”. Su objetivo es poder acompañar hasta a tres niños dentro del aula regular, garantizando que puedan seguir el ritmo de la clase y sentirse incluidos.

Pero su misión va más allá del aula. Se han convertido en agentes de cambio social. Karen relató con indignación una experiencia en un hospital público, donde un niño con TEA sufría una crisis por el ruido y la espera, mientras el personal sanitario y los presentes lo miraban “raro”. La falta de “humanismo”, como ella la llamó, la impulsó a actuar. “Yo me levanté… y le terminé de decir dos cosas [a la enfermera]: no sé para qué tenés un uniforme blanco, si no le vas a ayudar a esa criatura”. Logró que atendieran al niño, demostrando que el conocimiento empodera y obliga a no quedarse callada ante la injusticia.

Estas madres, curtidas en la adversidad y ahora armadas con el conocimiento que les brinda esa capacitación del Instituto Santa Catalina, en el marco del proyecto integral e inclusivo de primera infancia de Fe y Alegría hacer, no solo están cambiando el futuro de sus propios hijos. Están sembrando conciencia, regando la semilla de la empatía y demostrando que para construir un Paraguay verdaderamente inclusivo, a veces, la sabiduría más profunda y la fuerza más transformadora no vienen de los escritorios, sino del inmenso corazón de madre.

Fe y Alegría en la búsqueda de la formación integral e inclusiva firmó alianza con el Instituto Santa Catalina para la capacitación de las madres con un enfoque de educación popular.

viernes, 20 de junio de 2025