En Paraguay donde la corrupción ha socavado profundamente las instituciones y el tejido social, una nueva generación de jóvenes ha comenzado a levantar la voz. Así lo describe el Padre Máximo Mendoza SJ, Provincial de los jesuitas del Paraguay y presidente de la Conferencia de Religiosos de Paraguay (CONFERPAR), quien reflexiona con preocupación, pero también con esperanza, sobre el papel emergente de la juventud paraguaya frente a la impunidad que reina en la administración pública. Una entrevista realizada por Luis Fernando Ibañez en el programa “Estación Sur”.
Escuchar la entrevista
«La corrupción está llevando al colapso de nuestras instituciones», afirma el Padre Mendoza SJ, señalando que lo que hoy se vive en Paraguay no es un fenómeno nuevo, sino una realidad estructural que se ha hecho más evidente y descarada con el paso del tiempo. Lo que sí es nuevo, sostiene, es la fuerza con la que la Generación Z ha salido a las calles a exigir transparencia, justicia y un país más digno.
Un sacudón necesario
El reciente ciclo de movilizaciones lideradas por jóvenes, con la bandera paraguaya como símbolo de protesta y esperanza, ha sido para muchos un «sacudón» ético y cívico. El Pa’i Mendoza SJ celebra este despertar como una buena noticia: “Los jóvenes no son solo el futuro, son el presente. Y están mostrando un compromiso profundo con la realidad actual del país”.
Estos actos de protesta —que han trascendido las redes sociales para ocupar el espacio público— buscan denunciar el desvío de fondos públicos, la impunidad de los poderosos y el desinterés del Estado por los más necesitados. En un país productor de alimentos, señala el sacerdote, “aún hay mucha gente que pasa hambre. Eso es inaceptable y es producto directo de la corrupción”.
La respuesta del Estado: ¿democracia o autoritarismo?
Sin embargo, el Padre Mendoza advierte con preocupación la respuesta del Estado ante estas expresiones legítimas. Las manifestaciones pacíficas han sido en algunos casos reprimidas por la policía, lo cual considera un síntoma de un giro autoritario. “Un gobierno que reprime a su pueblo por expresarse pacíficamente, está rosando la dictadura”, denuncia.
Para Mendoza, la represión no solo no soluciona nada, sino que profundiza el malestar social y debilita aún más la credibilidad institucional. En su visión, la verdadera paz no se impone por la fuerza, sino que se construye desde la justicia, la inclusión y la garantía del bien común.
La Iglesia y su rol profético
Desde su lugar como líder religioso, el padre Máximo Mendoza reafirma el compromiso de la Iglesia Católica con la lucha contra la corrupción. “La Iglesia sigue siendo una reserva moral y ética en nuestro país”, subraya, recordando que la fe cristiana llama a vivir en la verdad, la justicia y el amor, pero también a denunciar todo aquello que atenta contra el proyecto de Dios: la dignidad humana y la vida en comunidad.
“El profetismo cristiano no puede callar ante el sufrimiento del pueblo”, afirma. En ese sentido, convoca tanto a líderes religiosos como a ciudadanos comunes a ser “sal y luz” en sus comunidades, actuando con honestidad, exigiendo justicia, y participando activamente en la vida democrática.
Hacia una transformación real
El camino, reconoce, no será fácil ni rápido. “La corrupción no desaparecerá de la noche a la mañana, porque también es un problema de formación familiar, de valores”. Pero insiste en que sí es posible empezar a transformar el país desde pequeñas acciones cotidianas, desde el hogar, la escuela, la comunidad, y por supuesto, desde el Estado.
“El dios dinero manda hoy, y muchas veces las personas pierden su honestidad por codicia. Pero cuando una persona se corrompe, como dice el Papa Francisco, es difícil que cambie si no reconoce su pecado”, reflexiona.
A pesar de la gravedad de la situación, el Padre Mendoza concluye con un mensaje de esperanza: “Lo que los jóvenes han hecho es un signo de los tiempos. Tenemos que acompañarlos, escucharlos y actuar junto a ellos. Porque si no cambiamos hoy, ¿qué futuro les dejaremos mañana?”


